La derecha está ganando terreno en Francia y en varios otros países de Europa. Ninguno ha cambiado de bando todavía, pero parece que la gente se está cansando de la agenda progresista y globalista.
El 4 de diciembre de 2024, el gobierno francés fue derrocado tras una moción de censura contra el primer ministro Michel Barnier y su gabinete.
Se espera que Barnier, que llevaba sólo tres meses en el cargo, dimita, lo que marca la primera vez desde 1962 que un gobierno francés es derrocado de esta manera.
La votación fue una rara alianza entre las facciones de extrema izquierda y extrema derecha en el Parlamento francés, con 331 votos a favor de la moción, superando los 299 necesarios.
El gobierno de Barnier enfrentó oposición por sus propuestas de recortes presupuestarios y aumentos de impuestos destinados a reducir el déficit pospandémico de Francia, lo que unió a distintos grupos políticos en su contra.
Esto marca un período de incertidumbre política para Francia, ya que el presidente Macron está bajo presión para formar un gobierno estable, sin que ningún partido tenga mayoría en el Parlamento.
La inestabilidad política refleja tendencias más amplias en toda Europa, con movimientos populistas ganando fuerza en varios países.
Se ha anunciado un nuevo gobierno de centroderecha en Francia, tras dos meses de negociaciones luego de que unas elecciones divisorias dejaran al país con un parlamento sin mayoría.
El nuevo gobierno, dirigido por el primer ministro Michel Barnier, un conservador designado por el presidente Emmanuel Macron, incluye un gabinete de 39 miembros dominado por centristas y conservadores de la alianza de Macron y el Partido Republicano.
En las elecciones parlamentarias de principios de este año, la coalición de izquierda Nuevo Frente Popular obtuvo la mayoría de los escaños, pero no alcanzó la mayoría.
Sin embargo, Macron optó por no permitir que la izquierda forme un gobierno, lo que provocó protestas de activistas de izquierda que argumentan que la nueva administración ignora la voluntad de los votantes.
El partido de extrema derecha Agrupación Nacional, liderado por Marine Le Pen, no ha sido incluido hasta ahora en el gobierno.
Sin embargo, dada la dinámica política actual, el presidente Macron podría tener que negociar con varios partidos, incluido el RN, para formar un gobierno estable.
Esto podría potencialmente llevar a que la RN desempeñe un papel más influyente en la nueva administración.
La caída de Barnier pone de relieve el creciente descontento con las políticas que gravan a las familias trabajadoras y priorizan las agendas globalistas por sobre los intereses nacionales.
El partido de extrema derecha Agrupación Nacional, encabezado por Marine Le Pen, ha ganado una influencia significativa al abordar las preocupaciones sobre la inmigración, la mala gestión económica y el aumento del coste de la vida. Movimientos de derecha similares están ganando terreno en toda Europa, a medida que los ciudadanos exigen rendición de cuentas y rechazan las políticas progresistas.
En Alemania, Alternativa para Alemania (AfD) ha ascendido hasta convertirse en el segundo partido más grande en las elecciones al Parlamento Europeo, lo que indica una creciente influencia conservadora.
La primera ministra de Italia, Giorgia Meloni, líder del partido Hermanos de Italia, encabeza una coalición de derecha que refleja un cambio más amplio en la dirección política del país. Rumania también está experimentando esta tendencia, con el candidato de extrema derecha Călin Georgescu liderando las encuestas presidenciales.
En los Países Bajos, el líder conservador Geert Wilders consiguió recientemente una victoria decisiva en las elecciones nacionales.
Mientras tanto, los partidos conservadores y nacionalistas en Austria y Finlandia están ganando apoyo a medida que crece la frustración por los altos impuestos, la inmigración descontrolada y las élites políticas desconectadas.
Estos acontecimientos reflejan un cambio más amplio en Europa hacia un liderazgo de derecha, alimentado por la insatisfacción pública con el status quo.
Los paralelismos con los conservadores estadounidenses son claros y contundentes. El rechazo de Francia a las políticas globalistas y de fuertes impuestos de Macron es una advertencia contra los peligros de la extralimitación gubernamental y la mala gestión económica.
La derrota de Barnier es el resultado directo de su intento de imponer 40.000 millones de euros en recortes de gasto y 20.000 millones de euros en aumentos de impuestos, afectando desproporcionadamente a las familias de clase trabajadora que ya se están tambaleando por la inflación.
Los conservadores estadounidenses, que desde hace tiempo defienden la disciplina fiscal y un gobierno más pequeño, pueden encontrar una reivindicación en la crisis política de Francia, que pone de relieve lo que han sostenido desde el principio: que los gobiernos inflados y el gasto irresponsable sólo profundizan el resentimiento público y siembran la división.
Aún más sorprendente es la capacidad de la extrema derecha para construir coaliciones y desafiar estructuras políticas arraigadas.
Marine Le Pen y su partido han demostrado cómo los movimientos conservadores pueden unificar a votantes fragmentados bajo una bandera de nacionalismo y políticas pragmáticas que priorizan los intereses de su nación.
En Estados Unidos, donde los conservadores siguen luchando contra las agendas progresistas en materia de inmigración, gasto y valores culturales, la experiencia francesa es un poderoso recordatorio de que los ciudadanos de todo el mundo exigen líderes que respeten sus preocupaciones y protejan sus libertades.
Este momento en Francia no es sólo una convulsión política, sino un presagio de lo que está por venir. Mientras la segunda economía más grande de Europa lucha por decidir su futuro político, está claro que la marea está cambiando.
El conservadurismo está en auge, no sólo en Francia, sino en toda Europa y más allá. Para los conservadores estadounidenses, esto es a la vez una afirmación de sus ideales y un llamado a la acción.
La energía populista que se extiende a través del Atlántico señala un hambre compartida de liderazgo que valore la soberanía, la prudencia fiscal y las luchas cotidianas de la gente común.
La reelección de Donald Trump ha consolidado a Estados Unidos como líder de un nuevo orden mundial de tendencia derechista, que se opone a las fuerzas del socialismo y el globalismo.
FUENTE: TIERRA PURA