Según la Comisión Nacional de Búsqueda de México, que lleva un registro de las desapariciones desde 1964, unas 100.000 personas han desaparecido en el país.
Se cree que la mayoría de ellas fueron asesinadas por bandas de narcotraficantes, y sus restos están esparcidos por el desierto en fosas secretas, mezclados en fosas comunes, o descuartizados y abandonados en áridas laderas.
La muerte puede parecer omnipresente en un país asolado por una interminable guerra contra la droga. La tasa de asesinatos no ha dejado de aumentar y ahora supera los 30.000 al año. Desde el punto álgido de la guerra contra el narcotráfico en México, entre 2006 y 2012, los buscadores descubrieron que las pandillas utilizan con frecuencia los mismos lugares, creando espeluznantes campos de exterminio.
Sin embargo, la desaparición puede ser el golpe más devastador. Las familias se ven privadas hasta de la simple certeza y el propio consuelo de la muerte.
“La desaparición es quizá la forma más extrema de sufrimiento para los familiares de las víctimas”, declaró a The New York Times Angélica Durán-Martínez, profesora de ciencias políticas de la Universidad de Massachusetts y experta en violencia en América Latina.
Según la Sra. Durán-Martínez, la crisis de los desaparecidos en México refleja la prevalencia del crimen organizado y la disposición de los agentes de seguridad del Estado a participar en la violencia.
Karla Quintana Osuna, una abogada formada en Harvard que anteriormente trabajó en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, lidera el proyecto. En 2019, cuando comenzó a trabajar en la comisión de búsqueda, había aproximadamente 40.000 personas que habían sido reportadas oficialmente como desaparecidas.
“El desafío es abismal, es titánico”, dijo Quintana. “Mientras no haya justicia, se está enviando un mensaje claro de que esto puede seguir ocurriendo”.
Según César Peniche Espejel, fiscal general de Chihuahua, uno de los estados más violentos de México, la mejora de la tecnología forense y los equipos de búsqueda, como los drones, han ayudado a encontrar los cuerpos.
“Todos los días, todos los días en todo el país, se siguen reportando desapariciones”, dijo César Peniche Espejel. “Eso es lo que el gobierno federal no ha podido abordar”.
Los datos más recientes muestran que otras 6.453 personas fueron reportadas como desaparecidas entre septiembre de 2020 y finales de julio.
Durante mucho tiempo, los rastreadores y la policía se han centrado en la búsqueda de fosas y en la identificación de los restos, más que en la recopilación de pruebas sobre cómo murieron o quién los mató. A veces, los grupos de búsqueda reciben sugerencias anónimas sobre el lugar en el que están enterrados los cuerpos, información que probablemente solo esté al alcance de los asesinos o de sus cómplices, informó Fox News.
Noemy Padilla Aldáz, por ejemplo, lleva dos años buscando a su hijo Juan Carlos.
“Si supiera que está muerto, entonces sabría que no está sufriendo”, dijo. “Pero no lo sabemos, y es como una tortura, ese desconocimiento”.
Aldáz también se niega a abandonar la búsqueda de su hijo desaparecido.
“A veces pienso que podría estar vivo, otras veces me digo que no”, afirmó. “Pero todavía tengo esperanza”.
(blesmundo)