Todos tenemos aplicaciones en nuestros teléfonos móviles y todos aceptamos las políticas de privacidad de estas aplicaciones sin leerlas, por la sencilla razón de que si no las aceptamos no podremos utilizar esa aplicación. Pero el hecho de aceptar esas políticas de privacidad no ha de ser razón para no conocer las consecuencias que esto tiene.
Al mirar tu teléfono inteligente al despertarte estás informando a una gran cantidad de entrometidos: al fabricante de tu móvil, la os desarrolladores de aplicaciones y a tu empresa de telefonía móvil, así como las agencias de inteligencia (si es que lo están observando), además también saben dónde has estado durmiendo y con quién compartes la cama, solo hace falta triangular datos.
Si has usado un reloj inteligente durante la noche, este habrá registrado todos tus movimientos en la cama, incluida, por supuesto, cualquier actividad sexual.
Puede que te hayas quedado sin azúcar y decides preguntarle a tu vecina si tiene de sobra. De pie fuera de su puerta, notas que hay un nuevo timbre inteligente, que registra imágenes de aquellos que se acercan. Nadie puede adivinar dónde terminará el metraje y para qué se utilizará.
Al encender tu televisor inteligente seguramente esté identificando todo lo que ve y enviando los datos al fabricante y a terceros.
Y es que si hubieras tenido tiempo de leer las políticas de privacidad de los objetos que compras, también te habrías dado cuenta de que tu televisor recoge y graba tus palabras habladas y se reserva el derecho de transmitirlas a otras organizaciones. Las agencias de inteligencia como el MI5 y la CIA pueden hacer que tu televisor parezca apagado mientras te graban. Su asistente digital Alexa también puede estar escuchando.
Sigue y sigue, a medida que avanza su día: la vigilancia computarizada que convierte su vida cotidiana en datos, datos que son utilizados para enviarte publicidad, para ofrecerte amigos (por ejemplo Facebook por medio de la agenda de contactos) o para, directamente, saber cuáles son tus rutinas y donde vas a estar en cada momento.
(El diestro)