El Papa Francisco señaló que “también hoy Jesús nos dice: levántense y no teman”. Así lo indicó el Santo Padre este domingo 8 de marzo antes del rezo del Ángelus que presidió desde la biblioteca, y no desde la ventana del Palacio Apostólico como habitualmente lo hace, debido a las disposiciones de las autoridades italianas ante la epidemia del coronavirus.
Al reflexionar en el Evangelio de este segundo Domingo de Cuaresma en el que San Mateo describe la Transfiguración de Jesús, el Pontífice reconoció que “nosotros no hemos estado sobre el monte Tabor, no hemos visto con nuestros ojos el rostro de Jesús brillar como el sol. Sin embargo, también nos fue dada la Palabra de salvación, nos fue donada la fe y hemos experimentamos, en diferentes formas, la alegría del encuentro con Jesús”.
“También a nosotros Jesús nos dice: ‘levántense y no teman’. En este mundo, marcado por el egoísmo y la codicia, la luz de Dios está nublada por las preocupaciones cotidianas. Decimos a menudo: no tengo tiempo para rezar, no soy capaz de realizar un servicio en la parroquia, de responder a las solicitudes de los demás... Pero no debemos olvidar que el Bautismo que recibimos nos hizo testigos, no por nuestra capacidad, sino por El don del Espíritu”, explicó el Papa.
En esta línea, el Santo Padre destacó que en el evento maravilloso de la Transfiguración, los tres discípulos -Pedro, Santiago y Juan- están llamados “a reconocer a Jesús el Hijo de Dios que brilla con gloria” y así avanzan “en el conocimiento de su Maestro, dándose cuenta de que el aspecto humano no expresa toda su realidad; en sus ojos se revela la vida futura y la dimensión divina de Jesús”.
Además, el Papa subrayó que en medio del grupo de los doce apóstoles, Jesús elige llevar a Pedro, Santiago y Juan con él al Monte “reservándoles el privilegio de presenciar la transfiguración” pero cuestionó: “¿Por qué hace esta elección de estos tres? ¿Por qué son los más santos?” y respondió: “No”.
“Jesús no elige según nuestros criterios, sino según su diseño de amor. El amor de Jesús no tiene medida: es amor, y Él elige con ese plan de amor. Se trata de una elección gratuita, incondicional, una iniciativa libre, una amistad divina que no pide nada a cambio”, dijo.
En este sentido, el Pontífice añadió “y como llamó a esos tres discípulos, así también hoy llama a algunos para que estén cerca de Él, para poder testimoniar”.
“Ser testigos de Jesús es un regalo que no hemos merecido: nos sentimos inadecuados, pero no podemos retroceder con la excusa de nuestra incapacidad”, afirmó el Papa, quien rezó a la Virgen María para que en este tiempo de Cuaresma “nos obtenga esa docilidad al Espíritu, que es indispensable para caminar decididamente en el camino de la conversión”.
Al finalizar el rezo del Ángelus, el Papa Francisco decidió bendecir desde la ventana de la biblioteca del Palacio Apostóico a las personas que estaban en la Plaza de San Pedro y siguieron la transmisión del rezo de la oración mariana desde las pantallas gigantes.
(Aciprensa)